El estilo de Javier Clemente no solo era directo en el terreno de juego. Tampoco en el trato personal evitaba el choque y no en pocas ocasiones lo buscaba. A mediados de los años 90 el periodismo deportivo vivía en España una de las etapas más salvajes que se recuerdan. Un país dividido, especialmente cada noche en la radio, encuentra en la personalidad de Clemente la mejor munición para intercambiar polémicas. Mientras se está formando la tormenta perfecta, España repite una clasificación perfecta rumbo a la Eurocopa de 1996. Nunca antes un ambiente había sido tan tóxico, pocas veces una selección jugó tan bien como en aquel verano de Inglaterra.